Cuando Luis Caputo decidió que el nuevo lema del plan económico fuera «que no sobre ni un peso en la calle», la interpretación que se hizo en el mercado financiero fue clara: el mayor temor del gobierno es que cualquier inyección de liquidez pueda terminar en la compra de dólares.
Después de todo, el propio ministro lo insinuó con bastante claridad al justificar por qué se habían subido aun más los encajes bancarios y por qué decidió que los bancos deberían comprar «por las malas» los bonos del Tesoro que antes no habían querido tomar por las buenas.
Su argumento es que, a diferencia de otros momentos, en los que el rechazo de los bancos a renovar deuda era considerado un síntoma positivo, porque significaba que se expandía el crédito para la producción y el consumo, ahora esa situación cambió por el ruido pre electoral.
Tanto Caputo como el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, fundamentaron en el canal de streaming oficialista que no hay que confundir la demanda genuina de dinero -que se destina a financiar el crecimiento de la economía- con la demanda especulativa.
Así lo argumentó el propio ministro en un comentado tuit: «Si esta cancelación de deuda (aumento de la base monetaria) es entendida por el BCRA como un aumento en la demanda de dinero o de crédito («Punto Anker»), este aumento de base monetaria no se esteriliza. Si la no refinanciación del 100 por ciento de la deuda no fuera entendida de esta manera por el Banco Central (como es la situación actual, producto del escenario pre-electoral), esos pesos se esterilizarán».
Fue, en definitiva, la forma técnica de fundamentar lo que el líder tuitero «Gordo Dan» -que oficia de anfitrión en el programa «Las tres anclas» al que suele concurrir Caputo- denomina «el riesgo kuka».
Y, como para confirmar ese punto, Caputo confesó su error de pronóstico respecto del índice de riesgo país, que él creía que a esta altura del año -después de la baja de la inflación y del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional– se ubicaría en 400 puntos y no por encima de los 700. Según el ministro, no hay fundamento económico para esa percepción de riesgo, sino que todo obedece al temor de que la oposición logre revertir el equilibrio fiscal.
Dólar mata Punto Anker
Lo cierto es que se decidió congelar la teoría del «Punto Anker» y cerrar la emisión de pesos.
Ni Caputo ni Bausili especificaron de qué manera y mirando qué indicadores se llega a determinar cuándo la demanda de liquidez obedece a «las razones buenas» o cuándo es para cubrirse del temor político. Pero los dos dijeron que se notaba que el pedido de pesos por parte del mercado era una situación peligrosa, y que si el gobierno lo convalidaba con una inyección de liquidez, eso inevitablemente empujaría al alza la inflación.
Por lo pronto, hay algunos datos que podrían abonar la tesis oficial. Por ejemplo, el hecho de que el crédito esté creciendo a una velocidad mucho menor que la de los depósitos bancarios.
De todas maneras, hay situaciones que generan confusión en el mercado: por ejemplo, el hecho de que las tasas de interés hayan alcanzado niveles prohibitivos como consecuencia de las dificultades de los bancos para manejar su liquidez diaria y cumplir con los requisitos de encajes impuestos por el Banco Central.
Desde la visión de los banqueros, esa «voladura» de las tasas se habría corregido con relativa facilidad si el gobierno hubiese permitido que volvieran al mercado los $5,8 billones que «sobraron» en la última licitación de deuda.
¿Por qué Caputo y Bausili se negaron a expandir y muestran ese manifiesto temor al exceso de pesos? Para muchos analistas, la respuesta es obvia: temen que esa liquidez termine en la compra de dólares y que se empuje la cotización al alza, justo en el cierre de la campaña electoral.
Los ahorristas no compran dólares: pico en julio, desplome en agosto
Ese razonamiento parecería justificado por la historia económica reciente. Pero hay un detalle del que casi no se habla, y que cuestiona al argumento clásico: la gente no está comprando dólares.
De hecho, los banqueros afirman que los temores del gobierno sobre el dólar son infundados, dado que los bancos, precisamente por su necesidad de caja, no tienen la intención de salir a buscar dólares.
Según dijeron ejecutivos de bancos a iProfesional, en agosto se registró una sustancial caída en la demanda de los pequeños ahorristas. Puesto en números, el ritmo de compra de divisas por parte del público minorista está en un escaso 25% en comparación con lo que se vio en julio.
En otras palabras, que la turbulencia de las tasas de interés no se ha convertido -al menos no hasta ahora- en una corrida cambiaria.
Y, aunque a primera vista pueda resultar un dato sorprendente, los banqueros no se muestran extrañados por el desplome de 75% en la demanda de dólares: primero, porque en agosto se revierte el «efecto aguinaldo», que genera en julio un pico de demanda de dólares por la mayor liquidez en poder del público.
«Pero, además, no hay que olvidarse que en Argentina la gente compra cuando el dólar sube, no cuando baja», explican desde un banco del «top five» en el ranking de depositantes. Y, efectivamente, el tipo de cambio había tenido una disparada de 12,4% durante julio, en coincidencia con un momento alto de compra de divisas. En cambio, en lo que va de agosto viene cayendo -perdió un 5,3% en la primera quincena-, lo cual estaría abonando el argumento de los bancos.
Todavía no se conocen los datos del mercado cambiario de julio, pero se da por descontado que marcarán el pico de demanda de dólares del año. Desde que se levantó el cepo, las compras venían en aumento acelerado. En junio los minoristas adquirieron dólares por u$s4.357 millones, contando las compras netas de billetes en los bancos por u$s2.020 millones y otras salidas netas de divisas por u$s2.308. La cifra implica una suba de 25% respecto de mayo -el primer mes completo sin controles cambiarios-, que a su vez había sido superior en 59% a abril.
Se reabre la canilla post elecciones
Hasta ahora, los hechos le vienen dando la razón a los banqueros: mientras la disparada de las tasas muestra una necesidad de liquidez para el dinero transaccional, la calma en el plano del dólar muestra que la situación no encierra el riesgo de una corrida.
Aunque claro, también están quienes afirman que la causalidad es la contraria: que si no hay una búsqueda desesperada por dólares fue precisamente gracias al intervencionismo del Banco Central en el mercado de futuros del dólar y gracias a la suba de tasas en pesos.
Lo cierto es que, según lo que dejaron entrever Caputo y Bausili, hay dos cosas que no cambiarán antes de las elecciones: no se abrirá la «canilla» de pesos y no se aflojará la presión para mantener al tipo de cambio en su nivel actual.
Es decir, por más que haya caído el nivel de compra de dólares, los funcionarios creen que esa amenaza estará agazapada hasta que haya pasado el evento electoral de octubre.
En cambio, el ministro dejó en claro que esa situación cambiará luego de la votación -que, en la expectativa del gobierno, disipará los temores de un descontrol fiscal-. A partir de allí, se reabrirá el grifo de pesos para volver a fomentar el crédito. Lo cual supone que, en la expectativa de Caputo, que la demanda de dólares ya no será un peligro.