Hay historias ocultas en las maderas que sostienen las pinturas de Ernesto Deira, exhibidas hasta mediados de julio en la galería MC. Algunos llevan en su revés etiquetas que acreditan dónde se exhibieron: desde la Galería Bonino hasta la Bienal Americana de Arte, organizada por las Industrias Kaiser en Córdoba entre 1962 y 1966. Otros son más indescifrables: tienen la firma de Martha Peluffo, gran amiga del artista, o su propio nombre y el de los tres colegas con lo que integró el grupo Nueva Figuración: Luis Felipe Noé, Jorge de la Vega y Rómulo Macciò.
“¿Será tal vez un guiño o un reconocimiento a esos artistas cómplices?”, se pregunta en el texto de sala la historiadora Isabel Plante al analizar el reverso de esta última pintura, fechada en 1963, que no se exhibía desde su retrospectiva en el Centro Cultural Borges en 1998. Representa “un conjunto indeterminado de figuras humanoides”, que parece aludir según ella a esa “suerte de organismo multicéfalo que pintó y dibujó lo que veía, menos con los ojos, que con las manos”.
“Siempre me han interesado las obras abiertas –decía Deira en el catálogo de aquella muestra del ’98-, que no se imponen como una conclusión total, sino que brindan al contemplador la posibilidad de reconstruir, de definir, de operar activamente sobre ellas aplicando asimismo sus posibilidades creadoras”.
Las formas innovadoras de representar la figura que demostraron los cuatro -cada uno a su manera- “revolucionaron nuestro medio artístico en la década del 60”, recuerda Kenneth Kemble en un texto donde describe a Deira como “uno de esos raros especímenes humanos que es al mismo tiempo un artista, un intelectual preocupado por todos los aspectos del conocimiento y una persona que sabe apreciar todas las pequeñas cosas de la vida”.
Abogado de profesión, Deira se formó en pintura con Leopoldo Torres-Agüero y Leopoldo Presas y realizó su primera muestra individual en Rubbers, en 1958. Además de integrar el mencionado grupo a durante más de cuatro años a partir de la exposición Otra Figuración en la Galería Peuser, en 1961, Deira hizo exposiciones en varios países de América y Europa, y vivió en Estados Unidos y París, donde murió en 1986.
Sin embargo, sus obras más codiciadas en el mercado son las que hizo hace poco más de seis décadas. Varias de ellas permanecieron colgadas en la casa de su viuda, Lucy. “Con mi hermano las reteníamos porque no las queríamos vender, por lo cual tampoco se mostraban. La última vez que se hizo una exposición grande donde estuvieron fue en la retrospectiva que se hizo en Museo Nacional de Bellas Artes”, dijo a LA NACION su hija, Silvina Deira, en referencia a la muestra exhibida en el verano de 2007, curada por María José Herrera.
En ese mismo museo permanecieron durante los últimos tres años las siete pinturas que integran la serie Identificaciones, que Deira creó destruidas por el gobierno de Pinochet, y que lograron recuperarse tras casi dos décadas de negociaciones. Desde 1974 hasta 2022 permanecieron en el depósito del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), que depende de la Universidad de Chile. Ahora, ya cumplido el comodato de tres años acordado con el gobierno del país vecino y el Bellas Artes, regresarán a manos de Silvina y su hermano, Martín.
“Es una serie indivisa: los siete cuadros tienen que ir juntos a algún lado, ya sea a un museo o una colección privada. Además, tampoco son cuadros que ningún coleccionista vaya a comprar para poner en el nivel de su casa. Son bien bravitos”, agrega Silvina sobre esas pinturas que realizada en 1971 para una muestra en la galería Carmen Waugh, y enviadas ese mismo año para una muestra en Santiago, Incluyen imágenes de cuerpos mutilados y referencias explícitas al asesinato de Ernesto “Che” Guevara.
“Cuando se fue a París, su obra se volvió más política”, recuerda la galerista María Calcaterra, que logró reunir para esta muestra una decena de pinturas y casi una veintena de tintas sobre papel, con la colaboración de los herederos y de su colega Clara Martínez. Su próximo paso es exhibir obras de Deira en arteba y publicar un libro. “Mi trabajo recién empieza”, anticipa.