VILLA DEL ROSARIO, Colombia.– María Corina Machado ha protagonizado otro capítulo (casi) imposible en la historia de la lucha por las libertades en América Latina. Una odisea descabellada de ida, pese a la ayuda no fundamental de Estados Unidos, y una aventura de destino incierto y peligros multiplicados para el regreso, en el caso de que sea para volver a la clandestinidad y no para tomar las riendas de un país liberado.
El viaje por tierra desde Caracas a la costa caribeña, disfrazada y con peluca, junto a otros dos valientes, exhibe un país asediado por la revolución, pero que no ha podido evitar la escapada más famosa en años. También evidencia que desde la detención del 9 de enero, sus cuerpos de inteligencia no sabían dónde permanecía Machado en la clandestinidad.
La operación salida también retrata lo que es la Venezuela de hoy: un país lleno de retenes (enfrentó diez controles policiales, militares y de inteligencia), usados habitualmente para dar matraca (extorsionar) y para hostigar a todo lo que suene a disidencia. El Laboratorio de Paz ha certificado incluso que agentes chavistas buscan en los teléfonos móviles información sobre el Premio Nobel de la Paz para fustigar a los sospechosos.
Una nueva victoria política sobre la dictadura, que considera “prófuga” a Machado, según adelantó hace días su fiscal general, Tarek William Saab. Los delitos por lo que sería acusada en caso de caer en manos de los agentes chavistas son terrorismo, conspiración e instigación al odio, un clásico en el manual revolucionario.
Machado empleó una ruta ya usada anteriormente por el considerado presidente del Tribunal Supremo Legítimo, Antonio Marval, quien viajó por carretera hasta la costa de Falcón (sin el resguardo de los cazas Super Hornet del portaaviones Gerald Ford) y junto a varias personas navegó hasta Curazao durante casi siete horas en un mar embravecido.
También Lilian Tintori, la mujer del exprisionero político Leopoldo López, abandonó escondida en un vehículo diplomático la Embajada de España en Caracas, donde estuvo refugiada varias semanas en 2019, para llegar hasta la costa, junto a su hija Federica, de 16 meses.
La mayoría de los escapados no ha aportado nunca toda la información de cómo lograron salir, para resguardar la salida del siguiente. En el caso de Tintori al parecer llegó a Aruba para volar desde allí a Europa.
“Yo estuve escondido un mes en Caracas y luego salí por Puerto Cabello. En el recorrido hasta la costa no tenía disfraz, pero estaba bien barbudo y con una gorra. Iba en un auto con tres personas más y pasamos cinco retenes. Solo en uno de ellos, a las 4 de la mañana, nos pararon. El oficial miró hacia dentro, pero le dijo al conductor que siguiera. Ciertamente fue un momento de mucha presión”, recordó para LA NACIÓN el excomisario caraqueño Iván Simonovis, el preso político más emblemático para Hugo Chávez.
“Luego fuimos por mar a una isla, pero no puedo decir cuál. Allí en un avión privado volé con dos amigos a Estados Unidos. Yo iba de copiloto”, añadió Simonovis, quien estuvo preso 15 años para mantener el relato oficialista del golpe de Estado de 2002, hasta su salida en 2019. “Estoy convencido de que para se diera la salida de María Corina, igual que para la mía, tuvo que participar gente del régimen, funcionarios o militares que de alguna manera no están satisfechos, en sintonía con el régimen”, concluyó Simonovis.
Si hay un experto en cruzar fronteras, ese es Juan Guaidó, quien fuera presidente encargado durante el desafío a Maduro en la primera administración de Donald Trump. Guaidó atravesó corriendo la frontera con Colombia en febrero de 2019 para ponerse al frente de la caravana humanitaria que pretendía entrar en Venezuela. Lo hizo con dos colaboradores. Y, al menos lo volvió a hacer en dos ocasiones más, la última para su exilio definitivo, pese a que el gobierno de Gustavo Petro lo recibió a regañadientes.
Pero el gran hito de Guaidó fueron sus dos regresos a Venezuela a través del aeropuerto de Maiquetía. En dos operaciones muy hábiles lograron burlar al chavismo, aunque en la segunda ocasión un grupo de radicales y de funcionarios chavistas montaron un mitin de repudio, agresiones incluidas.
Para la historia también quedaron las fugas de Antonio Ledezma y Leopoldo López, que han acompañado a su aliada Machado en Oslo. El exalcalde caraqueño lo hizo por uno de los puentes que unen el estado venezolano de Táchira y el Departamento colombiano del Norte de Santander. Tras burlar a los guardias que lo mantenían en arresto domiciliario, cruzó el país y atravesó 29 retenes. “Un guardia nacional me reconoció y me picó (guiñó) un ojo”, describió en su día a LA NACIÓN.
A David Smolanski, funcionario de confianza de Luis Almagro en la OEA, le tocó salir por la frontera de Brasil a pura carrera. Al joven Andrés Villavicencio, activista de Primero Justicia, las redes sociales lo hicieron famoso en la noche electoral del 28 de julio. Su vida cambió por culpa de un video que lo convirtió en el último gran fugado hasta la epopeya del martes.
“Fui testigo electoral, defendí los votos de nuestro candidato en un centro electoral de Punto Fijo. Edmundo González ganó en mi centro con el 82% de los votos: 1046 contra 145. Salí a leer el resultado a los 200 vecinos que esperaban. Uno de ellos grabó el momento, que se hizo viral y al día siguiente tenía a la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) frente a mi casa. Me hostigaron dos semanas hasta que el 10 de agosto me dijeron que me iban a detener para llevarme al Helicoide. Hice las maletas con mi familia y coordiné mi salida, sin pasaporte, por una trocha [cruce clandestino] de Zulia. Escapé cerca de Maicao, un escape complicado. Tenía anulado el pasaporte, pero fuera de Venezuela tiene vigencia hasta la fecha de caducidad. Gracias a ello pude volar de Medellín a Madrid y por eso estoy ahora exiliado”, señaló Villavicencio.
