La industria de los lácteos llega a esta instancia del año consolidada como uno de los segmentos que más ha padecido la caída del consumo y las complicaciones financieras derivadas de los altos costos operativos y la merma de negocios como la exportación. Aunque con matices y variables por demás de diversas, empresas como Lácteos Verónica, SanCor, La Lácteo y ARSA, vienen siendo protagonistas de situaciones por demás dramáticas en términos de operatividad y desempeño comercial. A esos nombres se les sumó en las últimas horas otra compañía por demás reconocida y que, también, atraviesa un momento crítico: La Suipachense.
Controlada por el grupo venezolano Maralac, la empresa viene de aplicar despidos y acumula una deuda multimillonaria. La firma debe meses de sueldos y ha girado más de 500 cheques sin fondo. Esta semana, la comunidad de Suipacha, sede de la planta más importante de la compañía, se movilizó por las calles exigiendo respuestas.
La concentración que tuvo lugar en el pueblo bonaerense, que a nivel laboral depende fuertemente de la actividad de la Suipachense, respondió a los casi 10 despidos que la compañía aplicó recientemente. En Suipacha afirman que, a raíz de la grave situación financiera que atraviesa la láctea, podrían perderse otros 140 empleos.
La Suipachense tiene su planta bloqueada
Hoy por hoy, a partir de este contexto, la planta de la empresa se encuentra bloqueada y ahí es donde también entra en relevancia el rol del gremio ATILRA, que en el ámbito lechero es observado como un actor que viene incentivando la conflictividad en torno a la compañía.
Precisamente, la injerencia de ATILRA es señalada por la compañía como una de las causas de la caída agravada que muestra el procesamiento de leche de La Suipachense. En su mejor momento comercial, la empresa llegó a operar con hasta 250.000 litros diarios. En la actualidad, ese volumen se redujo a 0 aunque, vale aclararlo, ya en el último año su capacidad había bajado hasta merodear los 40.000 litros diarios.
La situación con los empleados comenzó a ponerse candente a partir de julio, momento en que los trabajadores decidieron ocupar la planta ante las repetidas ausencias que comenzaron a evidenciar los directivos de La Suipachense.
Al mismo tiempo, también dejaron de tener presencia los representantes de Maralac. Y comenzó a atrasarse el pago de los salarios. Los empleados decidieron solicitar la intervención de las autoridades comunales pero el diálogo con la compañía no avanzó y luego comenzaron a activarse los despidos.
«La verdad es que esto termina acelerando la situación que se venía planteando. Los dueños aparentemente habían nombrado a un nuevo gerente, pero todavía no ha llegado a la planta. No hay nadie que se haga cargo de la situación, sobre todo porque ya es fin de mes y se deben sueldos de julio y agosto», declararon delegados de los empleados de La Suipachense.
Hasta el momento, la intervención de la Secretaría de Trabajo sigue sin cobrar forma. Y esa misma ausencia es el aspecto que, también, mantiene a los empleados de la láctea en vilo. La incertidumbre respecto de qué pasará con la empresa preocupa y mucho a la comunidad local.
Los números en rojo de La Suipachense
Las instalaciones en Suipacha son propiedad del grupo venezolano Maralac desde hace algo más de 13 años. Desde el desembarco de esos capitales, la compañía ha atravesado distintas etapas comerciales, pero la crisis comenzó a imponerse desde hace algo más de un año.
En la actualidad, y de acuerdo a datos de la base de deudores del Banco Central, la compañía acumula casi 520 cheques rechazados por un monto total superior a los 3.600 millones de pesos.
A eso hay que sumarle la situación de procesamiento de leche nulo, consecuencia también de las abultadas deudas que la empresa mantiene con los 180 proveedores que abastecían a La Suipachense. Los incumplimientos continuos terminaron por minar la estructura de tambos que proveían a la láctea de la materia prima clave.
Por estos días, fuentes del ámbito lechero estiman en $3.000 millones mensuales el monto que requiere La Suipachense para operar con normalidad. La firma, aseguran, apenas si recauda 500 millones. De ahí que en ese nicho no faltan quienes, ante la gravedad del escenario operativo y laboral, dan cuenta de un riesgo de quiebra que no ha hecho más que acelerarse en las últimas semanas.