ROMA.- El año pasado, conseguir una habitación de hotel en alguna localidad costera durante “Ferragosto” —el emblemático feriado del verano italiano, que se celebra el 15 de agosto en honor a la Asunción de la Virgen— era casi una misión imposible. Este año, en cambio, la sorpresa es que aún hay mucha disponibilidad y abundan las ofertas.
Si bien los datos aún son provisorios porque la temporada está en curso, este verano de 2025 —marcado por temperaturas extremas y olas de calor sofocantes— muestra una tendencia inédita: el 90% de las playas “están vacías”, destacó este viernes el Corriere della Sera. El diario italiano atribuyó el fenómeno, evidente para cualquiera que se acerque a la costa, al fuerte aumento de precios.
“Hay excepciones, pero en el 90% de los casos los datos son negativos con respecto al año pasado”, advirtió Bernabó Bocca, empresario hotelero y presidente de Federalberghi, la principal asociación del sector. Según explicó, “hay una disminución de la demanda interna porque los italianos tienen una menor capacidad de gasto e intentan organizar sus vacaciones de otro modo”.
“No renuncian, pero se toman períodos más breves, quizás eligen un departamento en lugar de un hotel, no van a comer afuera, sino que hacen las compras en el supermercado”, detalló Bocca. Y advirtió: “El turismo está atado a los sueldos y si no se interviene en la carga fiscal, no hay nada que hacerle”.
De acuerdo con expertos, los salarios italianos se encuentran por debajo del promedio de la Unión Europea (UE).
El Sindicato Italiano de los Balnearios informó que, hasta el momento, se registró una disminución promedio del 15% en la afluencia de visitantes, con caídas de hasta el 25% en regiones como Calabria y Emilia Romagna. Más allá de las cifras, en muchas localidades —especialmente durante los días de semana— las sombrillas de los establecimientos balnearios, que dominan la fisonomía de las playas italianas, permanecieron vacías.
“En realidad, junio no había ido tan mal, mientras que en julio hubo una flexión”, señaló Simone Battistoni, presidente de los Balnearios de Emilia Romagna, región conocida por las playas de Rimini, la ciudad que inmortalizó Federico Fellini.
Sin dudar, Battistoni consideró que el motivo de la baja de turistas se debe a “un problema de bolsillo”, a falta de dinero. “Aun cuando las playas están llenas, los consumos se han reducido, incluso cuando los precios no han variado”, dijo. “Pero si antes la gente venía por dos semanas, ahora viene solamente una, o viene el fin de semana y se vuelve a su casa”, subrayó.
El fenómeno no afecta solo a la Riviera Romagnola, sino también a otras zonas costeras de toda la península. En Versilia, al norte de la Toscana, en localidades como Viareggio —conocida por su carnaval—, se multiplican las quejas por hoteles vacíos (algo fácil de comprobar con una búsqueda en páginas de servicios de reserva) y playas semidesiertas. Lo mismo ocurre en las costas de las regiones de Lacio y Campania.
“El descenso de visitantes es evidente, pero ya lleva varios años”, advirtió Giuseppe Aieta, alcalde de Cetraro, en la provincia de Cosenza, en Calabria. “El turismo costero tradicional está en declive”, lamentó.
Según el Corriere della Sera, la tendencia no se limita al mar: también se sienten los efectos en el turismo rural. Los llamados agriturismi —casas de campo con pileta y actividades en zonas rurales y colinas— reportan una baja en la demanda y mayores dificultades económicas. “La tendencia dominante son las estadías más cortas, con reservas de dos o tres noches como máximo, y un aumento del fenómeno de las vacaciones ‘toco y me voy’”, alertó Augusto Congionti, presidente de Agriturist, la asociación del sector.
Frente a la creciente preocupación, la ministra de Turismo, Daniela Santanché, intentó restarle dramatismo a la situación. “Hablar de una crisis turística en agosto es alarmista y engañoso. Los dos primeros meses del verano vieron a Italia liderar el mercado mediterráneo, con una ocupación del 48 % en junio y más del 43 % en julio, además de una tarifa media inferior a la de competidores de primer nivel como Grecia y España”, afirmó.
Lo cierto es que el debate sobre los precios exorbitantes del alquiler de sombrillas y reposeras en muchas playas se ha convertido en uno de los grandes temas del verano. Incluso generó reacciones entre figuras públicas, como el actor Alessandro Gassman —hijo del legendario Vittorio—, quien criticó abiertamente en redes sociales a los gestores de balnearios por los aumentos.
“Estimados propietarios de balnearios, leí que la temporada no va bien. ¿A qué creen que se debe? ¿Quizás se han pasado con los precios y la situación económica del país está impulsando a los italianos a elegir una playa pública? Bajen los precios y quizás la situación mejore. ¿Entendido?”, escribió Gassman el miércoles pasado en Instagram.
Al día siguiente del posteo, que se volvió viral de inmediato, Carlo Rienzi, presidente de Codacons —la asociación que defiende a los consumidores—, salió a respaldar a Gassman. Con datos del Istat en mano, Rienzi señaló que, desde 2019, los precios de los balnearios aumentaron un 32,7 % en promedio, “haciendo que un día de playa sea cada vez más caro para las familias, hasta el punto de que muchos, como muestran los datos de los balnearios, están renunciando por completo a las playas pagas”. El repunte inflacionario se aceleró especialmente después del parate causado por la pandemia.
En un comunicado, Codacons incluso calificó las quejas de los operadores turísticos como “lágrimas de cocodrilo”. El costo promedio del alquiler de una sombrilla y dos reposeras en Gallipoli —una espectacular playa de aguas turquesas en Puglia— es de 90 euros. En Sabaudia, a 70 kilómetros al sur de Roma, ronda los 45 euros, y en algunos puntos exclusivos de la isla de Cerdeña puede llegar hasta los 120 euros.
El problema, señalan, es estructural: en Italia, más allá de la arraigada costumbre de asistir a balnearios —que ofrecen duchas, bares, pileta y otros servicios—, son escasas las “spiagge libere” o playas públicas, donde se puede ir sin pagar y colocar libremente la propia sombrilla y reposeras.
Codacons ilustró los aumentos desmesurados con un ejemplo extremo: para alquilar la “carpa imperial” del lujoso balneario Twiga en Forte dei Marmi —creado por Flavio Briatore para clientes VIP— hay que desembolsar 1500 euros por día. La carpa, eso sí, tiene capacidad para diez personas.
En medio de las olas de calor —una de las más intensas está prevista para los próximos días, justo para el Ferragosto—, algunos también atribuyen la baja afluencia a las altísimas temperaturas. Muchos viajeros optaron este año por la montaña, en busca de alivio. “Seguramente allí las cosas van mejor, porque con este calor la gente está buscando refrescarse”, apuntó Bocca.
En ese contexto, se volvieron virales las imágenes de largas filas para subir al teleférico en Ortisei, una bellísima localidad de las Dolomitas, en el nordeste italiano, desbordada por centenares de turistas.