jueves, 5 junio, 2025

Francisco de la Cruz, uno de los físicos más destacados de la Argentina

Ha fallecido uno de los físicos más destacados de la Argentina. Me tomo la libertad de llamarlo Paco, porque así lo hice desde que lo conocí, hace 60 años.

Paco lideró el Laboratorio de Bajas Temperaturas (BT) de Bariloche desde 1963 durante cuatro décadas. Este laboratorio, creado en 1959 por sugerencia del doctor James M. Daniels al doctor José A. Balseiro, se destacó internacionalmente por sus contribuciones en este campo científico. La ciencia de bajas temperaturas estudia las propiedades de la materia cerca del cero absoluto (-273°C). Daniels sugirió este campo porque era un tema de frontera y más competitivo que la física nuclear, de moda entonces, que requería costosos aceleradores de partículas.

María Elena Porta, recién recibida y antes de convertirse en la compañera de vida de Paco, fue la primera seleccionada por Balseiro y Daniels para especializarse en estos temas. Junto con José Cotignola y Oscar Vilches viajó a Vancouver a trabajar en el grupo de Daniels. Más tarde, recomendado por Daniels, vino a Bariloche el doctor John C. Wheatley, un destacado e infatigable físico de Toronto, que asumió su tarea con el afán de un misionero. Él, junto con esos jóvenes y el propio Paco, que se incorporó al grupo, puso en marcha el laboratorio y alcanzó en un par de años la capacidad de llegar a licuar hidrógeno, helio 4 y hasta helio 3.

Paco de la Cruz fue una persona sobresaliente por su inalterable compromiso con la rectitud, la calidad y el esfuerzo, cualidades que sin duda le vienen de su infancia, que no fue fácil. Nació en Barcelona en 1938, en medio de un bombardeo. Su mamá era maestra y también había sufrido la Primera Guerra. En 1941 le prohibieron enseñar; solo daba clases a sus hijos: Paco y su hermana. Cuando Paco era adolescente, vendieron todo, emigraron a la Argentina y se establecieron en Salta. La mamá, con una fuerte vocación docente, consiguió un trabajo de maestra en Tartagal, en una comunidad indígena. Paco quedó en un colegio pupilo en Salta y veía a su mamá una vez al año. Después, la situación fue mejorando de a poco. Paco se recibió con medalla de oro y fue a Córdoba a estudiar Ingeniería Civil; allí hizo sus primeros dos años de universidad y luego, tentado con la física, ingresó a Bariloche en 1958.

Como director del Laboratorio de Bajas Temperaturas, Paco dirigió 22 tesis doctorales. Algunos de sus discípulos fueron a parar a Bell Labs, en Estados Unidos. En una oportunidad, David Bishop, director de un grupo de investigación de ese centro, en una conferencia internacional dijo a sus colegas que si deseaban contar con buenos posdoctorandos debían ir a buscarlos al laboratorio de Paco. En términos parecidos, el jefe del Departamento de Física de Harvard comentó en una publicación que los estudiantes de Bariloche estaban entre los mejores del mundo.

Ha sido un privilegio haber conocido a Paco y María Elena. Nuestro primer encuentro cercano con ellos tuvo poco que ver con la ciencia. Eran los días de la llegada del hombre a la Luna (1969), estábamos en Long Island en la casa de los Thieberger; ellos deseaban ir a Manhattan y me ofrecí a hacer de baby sitter, así que nos fuimos a un drive in con sus hijos Andrés y Lupe.

Después de eso tuvimos muchos encuentros entre 1984 y 1988, cuando el Centro Atómico Bariloche fue parte de mi responsabilidad. En esa época la capacidad del grupo de BT se puso de manifiesto cuando, 24 horas después del descubrimiento de la superconductividad de alta temperatura, pudo reproducir esos resultados. Esto derivó en un pedido al presidente Alfonsín de un subsidio especial de 250.000 dólares para impulsar sin pérdida de tiempo las investigaciones de este nuevo material. Este subsidio, administrado por Paco y María Elena, dio resultados muy positivos; el laboratorio consolidó su liderazgo. De paso, la experiencia del subsidio demostró lo que una buena gestión provista de poder de decisión puede lograr en términos de eficiencia administrativa.

En 1996 ocurrió otro hecho por el cual guardo un profundo agradecimiento a Paco. El entonces nuevo secretario de Ciencia y Técnica (CyT) Juan Carlos del Bello le pidió ayuda. Significó un sacrificio para los De la Cruz que Paco viajara todas las semanas desde Bariloche, pero Paco aceptó. Primero fue para colaborar en la reorganización del Conicet; luego sobrevino la discusión sobre la conveniencia de crear una agencia exclusivamente dedicada a financiar proyectos mediante concursos competitivos. Allí comenzó nuestra tarea de organizarla, y la contribución de Paco, junto con Alfredo Caro, en el diseño de un robusto sistema de evaluación de proyectos y un sistema informático de adjudicación fue esencial. Fue un trabajo intenso que hicimos con el entusiasmo de quien se enrola en una misión que cree valiosa. En esa época buena parte de los miembros de la carrera del investigador se sintieron amenazados y fueron duros con nosotros, temiendo que la intención inconfesable de esta agencia era suplantar al Conicet. El hecho de que Del Bello consiguiera fondos para reforzar el presupuesto del Conicet y por separado financiar a la agencia sin quitar nada a aquel organismo no fue reconocido. El prestigio de Paco fue, en esas circunstancias, un soporte fenomenal.

Algunos años más tarde tuvimos otra ocasión para trabajar juntos en un proyecto. David Bishop, el director de Bell Labs, ofrecía el uso de su fábrica de circuitos integrados si en Bariloche se decidían a abordar la fabricación de nanodispositivos. Esto significaba una enorme oportunidad para el desarrollo de una industria nanotecnológica en la Argentina, ya que la instalación ofrecida tenía un costo fuera del alcance de los presupuestos de CyT del país. Así que en cuanto se presentó la oportunidad trasmitimos la idea al ministro Roberto Lavagna, que la acogió con mucho entusiasmo, y fuimos con él a ver al presidente Néstor Kirchner, quien también prestó su consentimiento. Esto fue el origen de la Fundación Argentina de Nanotecnología, mal comprendida por nuestros colegas al principio, pero que hoy prospera y realiza una obra respetable.

Paco fue un excelente científico que alcanzó los más altos niveles de reconocimiento internacional con estadías en Alemania, España, EE.UU., Francia e Italia. Condujo un laboratorio que formó investigadores que a su vez se destacaron en diversos centros mundiales y que se distinguió como el mejor laboratorio de bajas temperaturas de América Latina. Puso su talento y capacidad al servicio de la docencia en el Instituto Balseiro. Recibió numerosos premios y reconocimientos: de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el Gans de la Universidad de La Plata; el Konex; el Bunge y Born; Chevalier des Palmes Académiques de Francia; de la Academia del Tercer Mundo; fue fellow de la American Physical Society y miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU., y actuó como asesor y jurado en diversos organismos de CyT y universidades.

Querido y admirado Paco, gracias por tu amistad, por tu apoyo en momentos críticos y por todo lo que has hecho en bien de la ciencia en la Argentina.

Por Mario A. J. Mariscotti



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