Este último 24 de marzo, Agustín Laje tuvo sus veinte minutos de fama como vocero del relato negacionista que intenta imponer el gobierno de Javier Milei. Pero más alto que la trasmisión oficial, se escucharon las cientos de miles de personas que salieron a las calles ese día a decir que los 30.000 detenidos desaparecidos están presentes y que fue un genocidio.
Agustín Laje es una figura de la extrema derecha que se venía manteniendo en la órbita de agitador del núcleo duro libertario. Esta vez, el presidente que se jacta de «acelerar en las curvas», le dio la oportunidad de lucir en el canal de la Casa Rosada todo lo aprendido junto a los militares yanquis dentro de la Universidad de Defensa en Washington, D. C.
Pseudo-intelectual
¿Quién es Agustín Laje? Algunos lo llaman «intelectual» de derecha, y así se presenta él. Fue Nicolás Marquéz quien le dijo que formara ideas, en vez dedicarse solo a la militancia política, a riesgo de encaminarse a ser una «Cecilia Pando varón». Pero ¿es suficiente publicar algunos libros y desplegar una oratoria de odio para ser llamado intelectual? ¿No hace falta una búsqueda genuina de aproximarse a la verdad? Honestidad intelectual, dice la voz popular.
A los 15 años de edad, Laje había quedado impactado al conocer a Márquez en el Jockey Club, durante una charla de este ideólogo reaccionario que reivindica el plan sistemático de exterminio de la Dictadura frente a la «subversión guerrillera». Desde aquel entonces fue su discípulo y siguió sus pasos como falsificador de la historia.
A sus 22 años, Laje consiguió una beca para estudiar Estrategias Contraterroristas en los Estados Unidos. Así dio un salto de ser un pibe facho que montaba provocaciones los días de la Memoria en su colegio secundario en Córdoba; a profesionalizarse en la justificación del genocidio bajo la escuela de los militares yanquis que orquestaron el Golpe en la Argentina y el resto de Latinoamérica. Se trataba de un seminario de posgrado en la Universidad donde se formaron varios cuadros militares del Pentágono y, aunque Laje no había terminado ninguna carrera, bastó con presentar un bosquejo de un libro sobre los ’70 que había escrito con ayuda de Márquez para que lo aceptaran. Contactos, dinero y seguidismo de la doctrina genocida yanqui bastaron para hacer la excepción.
¡Años de estudio del «intelectual» de derecha! Y aún así, la «tesis» principal de Laje (y de Márquez) no trajo ninguna novedad. Es la misma que invocaron los torturadores y apropiadores de bebés durante el terrorismo de Estado: que estaban en guerra contra grupos «terroristas».
Laje pasó de provocar en los pasillos de su colegio a provocar en el canal oficial del Gobierno: siempre en los días de la Memoria. En su video, además de encubrir el accionar genocida del Golpe, Laje también omite adrede la participación del imperialismo yanqui en la planificación y puesta en marcha de las dictaduras en los países latinoamericanos. Un gesto mínimo para devolver el favor de la beca.
«Memoria completa«, ese título ya lo habían inventado los partícipes y defensores de la Dictadura para encubrir sus propios crímenes, apoyados en la impunidad que le dieron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final del presidente Alfonsín y luego los indultos de Carlos Menem. La misma escuela que hizo la vicepresidenta Victoria Villarruel, cuyo teléfono figuraba en la agenda personal del genocida Miguel Etchecolatz.
Pero testigos de la época e historiadores con verdadera vocación intelectual, documentan que las organizaciones armadas en la Argentina ya habían sido diezmadas y desarticuladas por las bandas paramilitares de la Triple A y la represión oficial del gobierno de Isabel Perón, como ocurrió en el Operativo Independencia.
El Golpe del ’76 toma como «enemigo interno» a delegados y delegadas de fábrica, quienes, a su vez, ya habían sido atacados por las bandas fascistas (ligadas la burocracia sindical) y la represión estatal, por ejemplo, durante de Villazo en 1974. Diversas investigaciones, como las de la CTA y la Comisión por la Memoria, calculan que el 67% de las víctimas de la última Dictadura fueron trabajadores y trabajadoras, quienes se organizaban con métodos de lucha como la asamblea, la huelga o la toma de fábrica; además de miles de jovenes estudiantes, docentes y otros sectores.
El plan sistemático de exterminio vino a cortar de raíz un ascenso en la lucha de clases, un proceso de insurgencia obrera y popular mucho más amplio que los sectores militantes que optaron por la vía de grupos armados en los ’70. Por otro lado, los delitos de lesahumanidad son los perpetrados por los aparatos militares y represivos de los estados, sobre la población civil: cualquier equiparación entre el accionar de las guerrillas, por ejemplo, contra el represor Viola y los cientos de campos de concentración montados por la Dictadura, no tiene razón ni medida.
Fueron los grandes empresarios de la Argentina -los que Javier Milei y sus secuases alaban como héroes de la sociedad- quienes tocaron la puerta de los cuarteles, señalaron trabajadores y hasta algunos montaron centros de tortura en sus propios establecimientos, como Ford o Ledesma.
Para llevar adelante el genocidio, los militares argentinos aprendieron, junto a los marines yanquis, de las sangrientas ofensivas imperialistas contra las luchas de liberación nacional en Argelia o Indochina. El Plan Cóndor, impulsado desde los Estados Unidos, sistematizó los crímenes de lesa humanidad allí perpetrados y colaboró para llevar adelante los métodos de represión y aniquilamiento sobre los pueblos latinoamericanos.
Adoctrinado por la Iglesia golpista
La formación de Agustín Laje no terminó en aquel añorado seminario en Estados Unidos del que suele jactarse en entrevistas y charlas con su auditorio de extrema derecha. Volvió a la Argentina aún más convencido de la tarea que había llevado adelante el terrorismo de Estado contra la «subversión» y, junto a Nicolás Márquez, continuó su misión de proveer de «intelectuales» a la derecha argentina. Así que continuó sus estudios, sobre política y filosofía, en la Universidad Católica de Córdoba y en la Universidad del ultrarreaccionario Opus Dei.
Le faltaba nutrir su discurso en las usinas ideológicas de la Iglesia, cuya cúpula fue cómplice y partícipe del Golpe genocida. En particular en la apropiación de bebés; otra omisión que Laje hace en su video de la «Memoria completa».
Además de la defensa de la Dictadura, que fue su pasión temprana, Agustín Laje comenzó a perfeccionar discursos de odio contra las mujeres y la diversidad. Pero ni en éste ámbito logró una idea propia: el concepto «ideología de género», usado para atacar el derecho de las infancias y adolescencias a una Educación Sexual Integral, o a los derechos por los que luchan el movimiento feminista y LGTBIQ+, ya se había gestado por sectores ligados al catolicismo más conservador en otros países. El único mérito de Laje en este ámbito es haber sido un rabioso e incidioso agitador de la reacción machista y patriarcal, para instalar la voz de los discursos de odio en la Argentina.
Perdedor en la «batalla cultural»
Agustín Laje también dice que leyó al intelectual y revolucionario italiano Antonio Gramsci. Si fue así o no, es incomprobable, de todas maneras también lo falsifica. Las distintas aristas de su pensamiento y práctica reaccionarias, se unen en la «tesis» conspirativa de que la subversión fue derrotada por las Dictaduras y tras la caída del Muro de Berlín, pero sobrevivió y tuvo continuidad en una pelea en el ámbito de la cultura con los movimientos feministas y LGTBIQ+ y otros movimientos. He aquí los nuevos «enemigos internos».
La lista negra de la subersvión para Laje es larga: están también los movimientos ambientalistas, los pueblos originarios, y por su puesto la Izquierda (y todo lo que no es derecha). En suma, sus enemigos son todos aquellos y aquellas que, de una u otra forma, se organizan y luchan contra las devastaciones materiales y simbólicas que hace siglos lleva adelante el capitalismo.
Laje dice haberse apropiado del supuesto concepto gramsciano de «batalla cultural», para darlo vuelta en favor de batallar por las viejas ideas de la derecha en el siglo XXI. Desde una cosmovisión que atrasa, anclada en el conservadurismo, oscurantismo y medievalismo, aunque adornada con nuevas tecnologías y alavanzas a capitalistas que gustan de gestos nazis como Elon Musk.
Si tal batalla cultural existe, la vienen perdieron: el 1F cientos de miles de personas se movilizaron en todas partes del país contra los discursos de odio de Javier Milei en Davos y este 24 de Marzo, otras cientos de miles de personas volvieron a decir ¡30 mil detenidos desaparecidos, presentes! Las ideas de Laje, compartidas por el presidente Milei, siguen siendo las de una minoría social.
¿Qué más estarán craneando ahora los «intelectuales» de la derecha? ¿La tesis del terrorismo de jubilados y jubiladas? Para justificar la brutal represión a los adultos mayores, y acusarlos de golpistas. En las calles, una y otra y otra vez, el pueblo trabajador, la juventud, las mujeres y las diversidades, darán la veradera batalla.