jueves, 6 febrero, 2025

El brutalista: tiene diez nominaciones al Oscar, dura más de tres horas y es una de las favoritas de la temporada de premios

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Hay muchas formas de describir El brutalista, el film que se estrena este jueves 6 de febrero en la Argentina. Se puede decir que está nominado a diez premios Oscar y que, dadas las cambiantes posibilidades de triunfo de la otrora favorita Emilia Pérez, tiene muchas chances de ganar en categorías centrales, como mejor guion original, mejor director y mejor actor principal para su protagonista, Adrien Brody. También se podría calificar a El brutalista por su extensión: la película dura tres horas y media y, al estilo de las grandes producciones de otro tiempo, incluye un intervalo de 15 minutos que separa sus dos actos. Claro que la mejor definición del film puede encontrarse en uno de sus diálogos más esclarecedores. “Quiero algo que sea ilimitado, algo que sea nuevo”, le dice Harrison Lee Van Buren (Guy Pierce) a László Tóth (Brody) cuando lo contrata como el arquitecto de su soñado museo/centro de estudios, un edificio que el potentado busca que dé cuenta no solo de su enorme fortuna sino también de las inquietudes intelectuales y modernas que le gustaría tener, pero de las que carece. Tóth, el refugiado húngaro, sobreviviente judío del Holocausto y heredero de la afamada escuela de arquitectura Bauhaus, en cambio, rebosa de talento, imaginación y sensibilidad. Y es en la construcción de ese vínculo entre el dinero y el arte, entre el poder y los desposeídos, que El brutalista se plantea ser una obra nueva e ilimitada.

La propuesta ambiciosa y por momentos excesiva del director Brady Corbet, quien escribió el guion del film junto con Mona Fastvold, su esposa y socia creativa, se diferencia de muchas de las producciones hollywoodenses con destino de premios. Realizada con un presupuesto de diez millones de dólares, una cifra más que modesta para la industria y para un relato de pretensiones épicas, El brutalista es, entre otras cosas, una biopic aunque la historia de vida que narra es la de un personaje de ficción. “Es un modo de que el espectador se conecte con el pasado sin estar todo el tiempo intentando confirmar la veracidad de lo que está viendo. Todos hacemos eso como público y no resulta muy útil. En este caso, se trata de recibir el impacto de los hechos históricos sin la distracción de pensar si, por ejemplo, el actor acertó con el acento de la persona real”, decía Corbet en una entrevista con The Hollywood Reporter en septiembre pasado, cuando el film se proyectó en el Festival de cine de Venecia 2024 dónde ganó el premio al mejor director.

Adrien Brody y Felicity Jones, en una escena del film que se estrena hoyA24

La trama de El brutalista se desarrolla en esa tensión entre la realidad de las víctimas del Holocausto, la destrucción de la escuela de arquitectura Bauhaus y la llegada de los intelectuales judíos a los Estados Unidos y su personaje ficticio, armado con las partes de muchos hombres que transitaron la posguerra. El hecho de que sea Brody quien lo interpreta hace aún más difusa la frontera entre los hechos del pasado y la fantasía cinematográfica. Después de todo, el punto más alto, hasta ahora, de la carrera del actor fue su trabajo en El pianista, la historia real del músico polaco Wladyslaw Szpilman, un papel que le consiguió el premio Oscar y a los 29 años lo transformó en el intérprete más joven en ganar la categoría. Que 22 años después de aquel triunfo Brody sea nuevamente uno de los candidatos favoritos para volver a quedarse con esa estatuilla por otro personaje sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial le aporta una pátina de veracidad al relato sobre el talentoso arquitecto que, tras su llegada a su país de adopción, se encuentra con dificultades, prejuicios y abusos que moldean su presente.

Claro que Brody no fue el primer actor en la mente del director para interpretar a Toth. En la primera versión del proyecto que debía empezar a rodarse hace unos ocho años, el arquitecto obsesionado con recuperar su vida y su carrera, y con la creación de sus edificios de estilo brutalista, sería encarnado por el intérprete australiano Joel Edgerton, mientras que Marion Cotillard interpretaría a su esposa, Erzsébet-Felicity Jones tomó el personaje-, y Mark Rylance se haría cargo del papel de el millonario que lo emplea y pretende poseerlo. Sin embargo, cuando el proyecto quedó en pausa por falta de financiación, Corbet tuvo que empezar de nuevo y hasta la posibilidad de terminar la película le parecía remota. Su éxito le resultaba imposible de imaginar porque incluso hasta unos meses atrás, según contó el realizador en una entrevista con el diario The Guardian, ciertas personas de la industria cinematográfica que prefiere no nombrar, le pronosticaron que nunca volvería a dirigir otra película. “Por todo eso, el reconocimiento que está recibiendo el film es fantástico”, explicó Corbet unos días antes de llevarse el Globo de Oro al mejor director y el de mejor drama.

De todos modos, la carrera de El brutalista en la temporada de premios tuvo sus tropiezos: luego del anuncio de las nominaciones a los Oscar, su editor, Dávid Jancsó, contó que había utilizado una herramienta de inteligencia artificial para “ajustar el acento” de los personajes centrales en algunas de las escenas en las que conversan en húngaro. Para muchos, el uso de ese recurso técnico no solo señala el avance de la temida tecnología, sino que va en contra de los postulados artísticos de la película que desde la pantalla y en su producción subraya su espíritu vintage: fue filmada en VistaVision, un formato retro que resultó en 26 rollos de película de 70mm que fueron trasladados a Europa para el estreno global en Venecia.

La supuesta contradicción de la inclusión de la IA en una película que entroniza la creatividad humana, curiosamente, puso de relieve muchos de los pilares en los que se apoya su relato: la idea del arte como una forma de vida, del valor de la imaginación y el talento y de los extremos a los que se puede llegar para defender la belleza en un mundo empeñado en destruirla o poseerla. Lo cierto es que, ya sea por su temática, su monumental puesta en escena, sus referencias a la historia trágica del siglo XX o su justificada extensión, El brutalista defiende el cine como una de las formas más acabadas de reflejar la experiencia humana, una odisea que precisa de la gran pantalla para hacerle verdadera justicia.

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