En la Primera Sección del Delta, en un cruce de grandes ríos llamado Tres Bocas, se encuentra la histórica isla Victoria y la famosa quinta Ostende, de Rudi Freude, donde el 9 de octubre de 1945 estuvieron Perón y Evita. Un recorrido en kayak que vale la pena por la variedad de escenarios que se visitan. En la vuelta a la isla Victoria, así se conoce este recorrido en el ambiente del remo tigrense, podemos descubrir un paisaje isleño para el asombro. Para acceder al lugar se pueden elegir varios recorridos fluviales. Nosotros decidimos acercarnos navegando el río Sarmiento hasta el río Capitán, para ahí circunvalar la isla y regresar por el pintoresco arroyo Correa.
Nuestra primera escala
Un mediodía a pleno sol pero muy ventoso terminamos de estibar los kayaks y zarpamos río arriba copiando la margen del Sarmiento hacia el San Antonio. Avanzamos a buen ritmo por efecto de la crecida del río Luján, lo que anticipaba una sudestada leve pero suficiente para arrastrarnos hacia el norte. A poco de navegar nos encontramos con la pintoresca casa museo del Presidente Sarmiento, donde efectuamos una parada de reagrupamiento. Pasamos el arroyo Espera y algo más adelante el puesto de la Prefectura Naval Argentina. Navegamos ahora sobre la margen derecha del Sarmiento, aprovechando la correntada a favor. Divisamos la boca del arroyo Abravieja y seguimos viaje hasta el arroyo Marchini, donde efectuamos una parada.
Un poco después decidimos visitar el Marchini y nos adentramos en el Delta profundo: menos casas de fin de semana y más viviendas isleñas. El paisaje se torna más agreste, y ahí descubrimos los juncales y los típicos bosques de ceibos, sauces y álamos que crecen en las riberas. Poco después volvemos al San Antonio y empezamos a circunvalar la isla Victoria. A medida que nos internamos río arriba aparecen extensos juncales. Frente a la glorieta de Ostende nos detenemos y sacamos las fotos de rigor. Esta hermosa propiedad tiene una vista impresionante del arroyo San Antonio y también de la desembocadura del rio Capitán.
Un descanso
Con mucha corriente en contra logramos acercarnos a la desembocadura del Capitán y en una playa adyacente bajamos a tierra a estirar las piernas. De vuelta a los kayaks regresamos siguiendo el hermosísimo arroyo Correa, que con el agua alta podemos atravesar sin dificultad. Siempre hay que considerar que este curso resulta muy bajo como para navegarlo a motor, por lo que nos libramos de la presencia de lanchas. Aún con agua medio alta nuestros kayaks casi reptan por el fondo arcilloso. Es un lugar ideal para la observación de aves y para disfrutar de un silencio abrumador. En las riberas se observan parajes realmente de ensueño: muchos bosques vírgenes de ceibos, sauces y grandes juncales y colonizaciones de papiros. También viejas arboledas de cipreses calvos, araucarias y pinos que plantaron los viejos pobladores isleños. Hasta hace unos años muchos en esta zona se dedicaban a la pesca y a la caza del carpincho, lobito de río y nutria. Hoy, en cambio, está retornando la población joven que construyó pintorescas cabañas, algunas con estilo hippie de los años ‘70.
Después de dos horas de remo y paradas de fotografía arribamos al arroyo Pajarito. Un poco más lejos divisamos los grandes yates que transitan por el canal Vinculación. En la navegación por este canal hay que prestarle mucha atención al paso incesante de los barcos de todo tipo y al incremento del oleaje, porque es un lugar muy abierto y que puede deparar sorpresas si empiezan las ráfagas.
A media tarde buscamos una playa agreste para tomar unos mates y recuperarnos del esfuerzo. Ya con el sol cayendo, hacemos los últimos metros remontando el río Luján y llegamos a la rampa de Tigre, cansados pero felices de haber recorrido una isla histórica en medio de una zona realmente agreste y llena de vida.
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